Es difícil decidir cuál es la calle
más importante de la Ciudad de México. Madero no es la calle más antigua, ni
tampoco la más amplia ni arbolada, y carece de monumentos como los de Paseo de
la Reforma; no es tan señorial como Francisco Sosa, en Coyoacán, ni tiene ese
aire europeo de Orizaba, en la colonia Roma; tampoco la vida nocturna de
Tamaulipas o Michoacán, en la Condesa. Sin embargo, Madero cuenta la historia
de la capital mexicana como ninguna otra calle: ha visto media docena de
desfiles triunfales, tiene leyendas como ninguna, y metro a metro desborda
historia.
La mañana del 8 de diciembre de 1913,
un emotivo Francisco Villa trepó una escalera y clavó una placa en el mármol
blanco de la esquina de Plateros y San José el Real —hoy Isabel La Católica—.
Es el primer caso conocido en la Ciudad de México en que una calle no fue
bautizada por decreto de un virrey, presidente, gobernador, regente, jefe de
gobierno, cabildo, ayuntamiento, cámara de diputados o asamblea de
representantes.
Desde aquel
momento, hace más de un siglo, la decisión de Villa de nombrar Francisco I.
Madero a la calle Plateros ha sido atacada por todos los capitalinos y sus
autoridades, y así aparece en las guías turísticas en todo el mundo.
Siete siglos nos
contemplan
Álvaro Rego es el
dueño y director del mumedi —Museo
Mexicano del Diseño—, y es, tal vez, el único capitalino cuya casa y trabajo
tienen domicilio en la calle Madero. Mientras bebe un café en el restaurante
del Museo, con balcón hacia la calle peatonal, suele presumir la casona
familiar que ha estado en el actual número 74 de Madero desde inicios de la
Colonia.
Lo más interesante
ocurre cuando la visita guiada por Rego llega a la galería del fondo del museo,
donde, en uno de los muros, está la típica ventana mexica con forma de
triángulo. Los cimientos de la casona demuestran que los del edificio de Madero
fueron construidos sobre los de la propia Tenochtitlan.
La primera calle
trazada por el español Alonso García Bravo obre los escombros de la ciudad
mexica
fue Tacuba, salida
natural hacia la calzada Tlacopan —orientada hacia el poniente del lago—,
seguida por Madero, tomando siempre como referencia la retícula original de
Tenochtitlan: era el final del año 1521. Al desembocar en la Plaza Mayor, la
actual calle de Madero comenzó a tener mayor importancia sobre el resto.
La calle Madero tuvo gran importancia durante la colonia porque llegaba
hasta la Plaza Mayor o Zócalo.
A ello contribuyó la construcción del
convento de San Francisco, que se edificó en el extremo poniente de la calle y
llegó a ser el más grande de América; de hecho, la calle se conoció como San
Francisco hasta que, en 1638, el virrey Lope Díez de Armendáriz, marqués de
Cadereyta, cambió su nomenclatura
Sus primeras dos cuadras, a partir de
San Juan de Letrán —hoy Eje Central— y hasta Coliseo —hoy Bolívar— se llamaron
Primera y Segunda calles de San Francisco,
por flanquear el convento; el tramo que va
de Bolívar a Isabel La Católica fue llamado Primera y Segunda calles de La
Profesa, por el templo del mismo nombre que subsiste hasta hoy; de Isabel La
Católica a la Plaza Mayor fueron llamadas Primera y Segunda calles de Plateros,
y se ordenó que todos los orfebres tuvieran sus talleres en esa calle o serían
penados. Hacia finales del siglo xix, ésta era
conocida en su totalidad como Plateros, y ya era la de mayor abolengo en la
capital.
Desfiles triunfales
Aquí es donde Madero no tiene
competencia:
27 de septiembre de 1821. El
Ejército Trigarante, que consumó la Guerra de Independencia, ingresó por la
garita del Paseo de Bucareli hacia la capital. En el cruce de San Juan de
Letrán y San Francisco —frente al edificio Guardiola, hoy sustituido por el
Banco de México— se colocó un arco triunfal para recibir a los casi 17 mil
soldados encabezados por Agustín de Iturbide que ingresaron a la Plaza Mayor
por la actual Madero. Vicente Guerrero venía en la parte final del contingente.
15 de julio de 1867. Benito
Juárez y su ejército realizaron el mismo camino; el Benemérito encabezó un
desfile triunfal —tras la guerra contra el efímero imperio de Maximiliano— que
ingresó por San Francisco, La Profesa y Plateros, en medio del mayor festival
que se había visto en la historia de la ciudad.
7 de junio de 1911. Francisco
I. Madero
ingresó a la Ciudad
de México tras
la primera
etapa de la
Revolución
Mexicana, que
derrocó a
Porfirio Díaz.
José Vasconcelos
escribió: «Medio
millón de
habitantes
sistemáticamente vejados por la autoridad saborearon aquel día estival, el
júbilo de ser libres. [...] Tantas manos fervorosas tuvo que estrechar, tanto
sonrió a las multitudes en el prolongado desfile y después en la recepción en
Palacio, que al día siguiente [Madero] se quejaba de tener adolorido el rostro
y entumecido el brazo».
9 de febrero de 1913. Madero
salió del Castillo
de Chapultepec
para dirigirse al Palacio Nacional, mientras se gestaba el golpe de Estado
conocido como la Decena Trágica; ingresó por Plateros, aclamado por una
multitud. Moriría días después, asesinado.
15 de agosto de 1914. Álvaro
Obregón, tras derrocar a Victoriano Huerta, entró a la Ciudad de México;
desfiló al frente del Ejército del Noroeste desde la columna
de la
Independencia al Zócalo, pasando por Plateros. Cinco días más tarde, Venustiano
Carranza entró a la Ciudad de México, como Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista, utilizando la misma ruta en su desfile triunfal.
6 de diciembre de 1914.
Emiliano Zapata y Francisco Villa, al frente de la División del Norte y el
Ejército del Sur, respectivamente, llegaron a la Ciudad de México rebelándose
contra Obregón y Carranza, e ingresaron por Plateros al Zócalo. Dos días más
tarde, Villa pidió que una banda musical animara la esquina de Plateros e
Isabel La Católica; pidió una escalera que recargó sobre el mármol blanco del
edificio recién construido y bautizado como La Mexicana, subió y rebautizó la
calle como Francisco I. Madero. Al pie del nombre de Madero un pequeño letrero
avisaba, muy al estilo de la División del Norte, que quien retirara la placa,
sería «fusilado inmediatamente».
Cafés y restaurantes
Lo que le ha sobrado a Madero
es vida social, fiestas, banquetes, debates, intrigas y charlas acompañadas de
un café, un licor, un puro o un vaso de café con leche. Éstos son los más
afamados de aquellos comederos.
La Ópera. El famoso bar de la
calle 5 de Mayo inició como casa de té y cafetería en la esquina de San Juan de
Letrán y San Francisco, donde hoy se localiza la Torre Latinoamericana.
Casa de los Azulejos. Fue la
primera sede del Jockey Club a finales del siglo xix. Era el sitio de reunión de la aristocracia porfirista.
Café Madero. No fue en la Casa
de los Azulejos, sino en este
local, donde se tomaron las clásicas fotografías
de los soldados zapatistas bebiendo café con leche en 1913. Estaba en el
edificio donde años más tarde se habilitó la especializada librería Madero —que
cerró en fechas recientes.
Café Iturbide. Formaba parte
del complejo de hotel y restaurante en el actual Palacio de Iturbide —hoy
Palacio de Cultura Banamex—. A finales del siglo xix abrió ahí el primer «café cantante», en el que los
parroquianos pasaban la velada amenizada por un cantante de ópera.
Café de La Concordia. Fue el
punto de encuentro de la clase política e intelectual del Porfiriato; el
edificio se demolió para construir La Mexicana, en la esquina de Isabel la
Católica, donde actualmente hay una tienda de ropa de origen español.
Café del Cazador.
Ubicado en el edificio del actual Hotel Majestic, fue uno de los sitios de
mayor tradición de finales del siglo xix.
Es el único que conserva como vestigio una placa en su fachada que aún pueden
leer los peatones de Madero.
Restaurante
Gambrinus. En la época posrevolucionaria, era el sitio de reunión de los
políticos porfiristas, los revolucionarios
y la nueva burocracia maderista. En él se
consumó la
traición de
Victoriano Huerta contra Gustavo A. Madero, hermano del presidente, que fue
apresado y llevado a Palacio Nacional.
Si quieres conocer
más sobre la calle de Madero, sus cafés y restaurantes, así como sus leyendas,
consulta Algarabía 100.
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